El hecho de que el consumo excesivo de sal aumenta la presión arterial parece una verdad comúnmente extendida. Te contamos hasta qué punto es cierta
Aunque lo primero que suele acudir a la mentores cuando piensan en el producto con más mitos nutricionales es el azúcar, lo cierto es que la sal también cuenta con una nada desdeñable presencia en la cultura popular en lo que a leyendas urbanas se refiere. Y, aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) haya publicado varios informes relacionados con su uso y consumo, todavía hay un puñado de mitos que merecen ser desmentidos.
El último de ellos rezaba que «es irrefutable que el consumo excesivo de sal/sodio afecta adversamente a la presión arterial» y que un consumo moderado y correcto se situaría en un máximo de 5g de sodio diarios.
El sodio es, junto al cloruro, uno de los dos minerales presentes en la composición de la sal común (NaCl) y, al igual que sucedía con el azúcar, solo podría llegar a ser altamente perjudicial para el organismo si se ingiriera en exceso. En el peor de los casos, podría desembocar en accidentes cardiovasculares, funcionamiento inadecuado de los riñones, retención de líquidos, hipertensión arterial o disminución del calcio del organismo.
Sin embargo, solo la persona menos precavida podría enfrentarse a uno de estos problemas. A continuación les mostramos una serie de mitos y su correspondiente refutación científica.
El primer mito sostiene que al sudar se pierde una considerable cantidad de sal. Y, aunque en parte, es cierto, dicha cantidad no es tan grande como puede parecer, por lo que no es necesario compensarla ingiriendo alimentos salados. Lo que sí se pierde es una importante cantidad de agua, por lo que la hidratación es fundamental.
Tampoco la sal marina es más beneficiosa que la sal refinada, aunque su composición sea «natural». Ambas contienen sodio, que es el causante de las principales dolencias en dosis muy elevadas.
Al contrario de lo que pueda parecer, la mayor parte de la sal proviene de la propia cocción de los alimentos y no de un salero. De la misma manera, ni siquiera esta sal es indispensable. La asimilación del sabor salado por parte de las papilas gustativas es un proceso muy relacionado con la costumbre. Si se habitúan a ingerir alimentos sin sal, podrán apreciarse otro tipo de sabores que antes eran imperceptibles.
Finalmente, resulta evidente que la sal tampoco conoce edad y que su consumo excesivo puede aumentar la tensión arterial tanto en personas de edad avanzada como en niños. Una disminución de su consumo podría ser beneficiosa para la salud, pero también extremadamente complicada dado que el sodio está presente en la mayoría de alimentos de la vida cotidiana.
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