Cuidarse es una de las constantes premisas de nuestra generación. Por suerte, contamos con mayor información sobre cómo hacerlo. Sin embargo, ¿estamos haciéndolo bien?
¿Qué entiendes por autocuidado? ¿Lleva implícito una serie de tareas que quisieras hacer para sentirte mejor? ¿Son esas tareas verdaderos cuidados o metas autoimpuestas? ¿Cuidarse es forzarse? Te contamos la diferencia.
Hace un par de semanas, el grupo de psicólogas de Somos estupendas lanzaba en Instagram el siguiente dilema: ¿qué diferencia autocuidado de autoexigencia? A través del post, pudimos constatar que quizá lo que consideramos cuidados son presiones que ejercemos sobre nosotros mismos. Y es que en muchas ocasiones nos forzamos a realizar actividades que, en lugar de favorecer nuestra salud, la trastocan.
De esto nos hablan el equipo de psicólogas de Somos estupendas. El autocuidado existe en tanto que retomamos actividades que nos hacían bien y que, por una y otra razón, terminamos eliminando de nuestra rutina. Un ejemplo muy sencillo es el deporte. En tanto que nuestras razones para volver al gimnasio sean recuperar un hábito que nos hacía bien y no hacerlo porque “deberíamos”, estaremos obrando bien. Existe una terrible y peligrosa diferencia en los pensamientos desde los que hacemos las cosas.
Lo que pretenden enseñarnos es que el autocuidado consiste en escuchar: escuchar al cuerpo, escuchar al alma y escucharnos a nosotros. Un mismo acto será un cuidado y una exigencia dependiendo del motivo que nos conduzca a realizarlo. Poner límites o decidir de una forma consciente son también autocuidados.
En la sociedad de hoy, pese a que hay una mayor concienciación sobre la salud mental y la importancia de tratarla desde el cariño y la protección, existan asimismo estándares muy difíciles de alcanzar. Nacen con el propósito de hacer bien, pero muchas veces llevan a la comparación enfermiza y precisamente a lo contrario que pretendíamos.
Modelos como that girl (una chica que consigue ser constante en deporte, estudios y vida personal) pueden ser tanto beneficiosos como perjudiciales dependiendo de qué tomemos de ellos. Si lo que nos aporta son ganas sobre un reto conscientemente deseado, está bien. Si lo que extraemos son metas inalcanzables que en el fondo no nos agradan, pero que consideramos “lo correcto”, entonces estaremos en el mal camino.
Entran en juego entonces lo que colabora a nuestro bienestar y lo que es una simple obligación. ¿Acaso las obligaciones tienen buenos efectos? No hablamos de fuerza de voluntad, que no debe faltarnos, sino de la escucha activa. ¿Qué te pide realmente tu cuerpo? La salud debe ser integral.
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