La arena que muchos desprecian presenta una serie de propiedades beneficiosas para la salud
Es probable que muchos de los lectores de dieta.com proyecten o ya estén de vuelta de una escapada familiar a la playa. Para los que viven y trabajan el resto del año en el interior, la costa se dibuja en sus mentes como un sueño bucólico, el destino obligado y perfecto cuando empiecen las vacaciones estivales.
Cuatro horas de viaje por carretera, una sombrilla que debería cumplir sobradamente su función de aislar el sol, un par de sillas plegables y un piscolabis por si la cosa se alarga. Solo hay un inconveniente. La arena, esa arena que se adhiere a la piel como una garrapata y que requiere de un esfuerzo hercúleo para desprenderse.
No son pocos los que desdeñan la playa por este motivo y prefieren otros planes en su lugar, como una ruta de montaña. A continuación les presentamos una serie de beneficios exclusivos de la arena de la playa para que los detractores se lo piensen doa veces antes de descartar el plan de día en la playa.
Los beneficios más evidentes son aquellos que tienen que ver con el sistema cardiovascular. Una larga caminata por la orilla permite renovar el flujo sanguíneo y evitar que se formen coágulos en los tobillos. Por supuesto, esta caminata requiere de un mayor esfuerzo físico, lo que se traduce e un mayor gasto calórico y, a largo plazo, a la tonificación de los músculos del tren inferior.
La arena de playa también presenta beneficios terapéuticos. Su superficie, blanda e irregular, actúa de exfoliante natural y puede ayudar a limar durezas en los pies y, si se anda durante un periodo de tiempo largo, puede surtir el mismo efecto que un masaje.
También repercute en la estabilidad del sistema óseo. El componente cardiovascular mencionado antes favorece una fácil absorción de calcio por parte de los huesos, lo que ayuda a prevenir dolencias como la osteoporosis.
Finalmente, la arena de playa también afecta directamente a los neurotransmisores, acelerando la producción de serotonina y una sensación de paz mental. La humedad de la brisa marina, el sonido de las olas rompiendo en la orilla y la huella de los pies hundiéndose en la arena contribuyen a alimentar esta calma.
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