Numerosos estudios han asegurado que el desayuno perfecto existe. Te contamos hasta qué punto es cierta esta afirmación
En torno al desayuno han surgido a lo largo de los años multitud de polémicas, tanto en los círculos académicos relacionados con la nutrición como en las revistas de divulgación científica que ofrecen una idea un poco más difusa, aunque más accesible, de la realidad.
La mayoría de controversias tienen que ver con la cantidad del desayuno, si este es indispensable para un desempeño físico adecuado o si por el contrario se puede prescindir de él sustituyéndolo por otras comidas.
La mayoría de expertos parecen coincidir en que, en líneas generales y salvando excepciones, es altamente recomendable no saltárselo. Eso sí, debe ser adecuado. Te contamos cómo lograrlo.
En primer lugar, se deben desechar los rebosantes tazones de cereales o la bollería que suele ofertarse por las mañanas en los bares. Un croissant mojado en el café puede ser extremadamente útil para abrirnos el apetito, pero no es adecuado para seguir una dieta sana y equilibrada.
Los eruditos afirman que la función principal del desayuno debería estribar precisamente en aquello que indica su propio nombre: romper el ayuno generado durante la noche, y del que nuestro cuerpo empieza a ser consciente una vez nos despertamos. Por tanto, tampoco son necesarias grandes cantidades de comida, sino más bien las correctas.
La forma adecuada suele pasar por vegetales y frutas frescas, cereales no procesados como la avena o el centeno, proteínas saludables como los huevos sin freír, el queso lo más fresco posible, carnes magras sin grasa, yogur a ser posible desnatado etc.
Así, también se deben evitar las clásicas tostadas con mantequilla y mermelada, puesto que esta última está compuesta en su mayoría por azúcares y en un mínimo porcentaje por frutas.
La receta
Una de las recetas más sencillas para darle forma al desayuno perfecto es también una de las más efectivas. Basta con verter en un recipiente una buena cantidad de yogur natural e introducir en su interior toda suerte de alimentos a escoger.
Lo mejor suelen ser bayas como los arándanos o las frutas silvestres, que se venden en grandes cantidades en los supermercados. Una vez añadidas a la mezcla, también puede optarse por agregar un puñado de frutos secos no grasos como almendras, avellanas, cacahuetes, semillas de sésamo tostadas.
La mezcla estará lista en apenas dos minutos y es idónea para llevarla al trabajo si te encuentras en un apuro.