El queso fresco es uno de los alimentos más consumidos en dietas. ¿Es realmente saludable?
El queso es casi tan antiguo como la humanidad. Desde que los hombres neolíticos aprendieron a aprovechar al máximo las capacidades que les ofrecían los animales circundantes, el queso ha ido pasando de generación en generación, de una etapa histórica a otra y ha conocido innumerables métodos de fermentación, de curación y de consumo. Es uno de los picoteos más socorridos y también uno de los más denostados por su inconfundible mal olor en muchas de sus variantes.
El escritor Miguel Delibes retrató esta labor con infinito cariño en su novela El camino, en la que el protagonista, Daniel El Mochuelo debía abandonar el núcleo familiar asentado en torno a la quesería de su padre para poner rumbo a la ciudad, donde se convertiría en un hombre hecho y derecho al poder estudiar.
El libro, escrito en los años 50, seguramente no llegó a pensar en la cultura de culto al cuerpo que irrumpiría en el primer tercio del siglo XXI y que ha llevado al grueso de la población a adoptar hábitos saludables en entre los que evidentemente se encuentra una alimentación basada en una dieta variada y equilibrada.
Aquí es donde entra en juego el queso fresco. El principal motivo por lo que es uno de los alimentos preferidos por los deportistas es su alto contenido en ácido fólico, que fortalece sensiblemente la musculatura y previene afecciones coronarias como la anemia además de asegurar el correcto desempeño del sistema nervioso.
También contiene vitamina B2, que ayuda a estimular el aparato respiratorio y la consiguiente protección de las células aparejadas a él, como el tejido pulmonar. Además, es especialmente apropiado para el aparato digestivo por la presencia en su composición de propiedades probióticas que previenen estreñimiento.
Además, el queso fresco presenta una serie de beneficios para la salud, como minerales tales como el calcio y el fósforo. Tienen un considerable aporte proteico que puede complementarse con la ingesta de pescado, carne roja y huevos.
Para tomarlo, puede optarse por una tostada de pan de centeno o de molde que se haya preparado antes con tomate y un chorro de aceite de oliva. El queso fresco puede cortarse en láminas. Media tarrina es suficiente para cargar una buena tostada. También puede degustarse en canapés en el aperitivo del mediodía o incluso incorporarse a un bol de ensalada en dados.
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