El pulpo es uno de los platos más típicos de la cocina gallega. Pero, ¿cuál es la mejor forma de prepararlo?
Todos tenemos presente en el cerebro la imagen de un pulpo. Ya sea porque seamos amantes de la literatura y nos hayamos sumergido en las páginas de La llamada de Cthulhu de H. P. Lovecraft o porque estemos especialmente inclinados hacia los relatos de aventura en los que una monstruosidad de tentáculos gigantescos era capaz de hundir a centenares de embarcaciones.
Sin embargo, si nuestra imaginación no recorre habitualmente esos senderos, es posible que lo primero que acuda a nuestra mente sean esos tentáculos cortados en rodajas sobre un plato redondo de madera y tal vez un par de pellizcos de pimentón espolvoreados por encima. Si ese es tu caso, es posible que hayas viajado a Galicia o te hayas acostumbrado a consumirlo si eres de la zona. De cualquier manera, aquí te dejamos una serie de sencillos pasos para prepararlo en casa sin complicaciones.
Lo único que vas a necesitar es un pulpo de en torno a un kilo y medio. Ten en cuenta que este cefalópodo suele servirse como aperitivo antes de acceder a los platos principales, por lo que un kilo y medio es una buena cifra para compartir entre una familia de cuatro personas. Lo siguiente que necesitarás serán 500 ml de agua y una olla donde verter el contenido.
El primer paso es enjuagar el pulpo bajo el grifo. Después se vierten los 500 ml en la olla y se pone el agua a hervir. Con los primeros signos de la ebullición, se introduce el pulpo en la olla y se ajusta la tapa. Dependiendo del tamaño de pulpo se debería esperar en torno a media hora o incluso 45 minutos. Para comprobar el estado de la cocción basta con pinchar un tentáculo con un tenedor. El cubierto debería hundirse ligeramente en la carne ofreciendo un cierto grado de resistencia.
El emplatado
Una vez acabada la cocción, se apaga el fuego, se retira el puño de la olla y se pone sobre una tabla de cortar. Lo más habitual es separar los tentáculos de la cabeza y prepararlos aparte para incluirlos en una pizza, en un guiso o simplemente como un entrante para comer con ayuda de palillos.
Por otro lado, la cabeza puede comerse casi en su totalidad y también puede aliñarse al gusto del cocinero, con aceite y vinagre e incluso solo con sal. Eso sí, se ha de tener cuidado para no beber mucha agua durante su ingesta.
