Hacer ejercicio debería ser una prioridad para los que desean cuidar su salud. Pero, ¿hasta qué punto es bueno practicarlo todos los días?
Sin duda una de las preguntas del millón. Con el culto al cuerpo más extendido que nunca, muchos se plantean si realizar actividad física todos los días de la semana puede ser una buena idea. Al fin y al cabo, la lógica invita a pensar que si aumentamos la frecuencia del ejercicio, obtendremos mejores resultados en un tiempo más rápido. Pero los expertos deslizan que esto no tendría por qué ser así.
En primer lugar, los beneficios del ejercicio en la salud están ya consagrados: pérdida de grasa, ganancia de masa muscular, mejora del sistema cardiovascular y prevención de un sinnúmero de lesiones y enfermedades, especialmente cardíacas y mentales. Ahora bien, practicarlo con demasiada asiduidad podría tener el efecto contrario.
Es decir, es posible que una mayor actividad lleve aparejada una mayor sensación de fatiga. La fatiga es la principal causante de una bajada del rendimiento en nuestra próxima sesión de gimnasio o en nuestra próxima carrera. Esta bajada de rendimiento puede conllevar un sentimiento de frustración por no haber logrado los objetivos que nos habíamos propuesto para ese día. Por ello, al día siguiente decidimos subir el peso de las máquinas del gimnasio, hacer una repetición más, continuar corriendo aunque los gemelos ardan… Y nos rompemos.
Un esguince de tobillo en el mejor de los casos y un desgarro muscular o una rotura de ligamento cruzado en el peor de ellos. No solo hemos bajado el rendimiento, sino que esa obsesión por completar los objetivos ha provocado que nos lesionemos, que debamos pasar por un buen número de sesiones de rehabilitación antes de saltar de nuevo al ruedo. Esta situación puede llevar a algunos trastornos mentales como la depresión o los ataques de ansiedad.
Vigorexia
Esta obsesión tienen nombre y los expertos la han bautizado como vigorexia o, lo que es lo mismo, la necesidad imperiosa de aumentar la masa muscular a toda costa. Como en cualquier ámbito, la palabra obsesión nunca fue signo de buenos augurios. No por machacarte cuatro o cinco horas diarias va a aumentar tu rendimiento.
De hecho, salvo que seas un deportista de élite, la mejor opción pasa por no exceder las dos horas diarias y complementarlas siempre con una hidratación abundante de 1,5 o dos litros de agua cada día, de descansos apropiados entre series, de una buena alimentación en base a una dieta variada y equilibrada y de tiempo social con familia, amigos y demás allegados.