Dormir con la calefacción encendida es una práctica muy habitual en invierno. Te contamos lo que sucede si lo haces con regularidad
El frío se avecina. Es un hecho. Las Navidades están mucho más cerca de lo que pensamos o queremos pensar y muchos de nosotros no queremos enfrentarnos a la perspectiva de vernos obligados a lidiar con el frío. Ese frío que no revitaliza, que no levanta los ánimos y nos despabila, sino que, al contrario, nos aterra, nos hace extremar la precaución al salir de casa y a emparedarnos entre capas y capas de abrigo cuando salimos a correr.
Para tratar de afrontarlo, la mayoría opta por dejar un radiador encendido justo antes de acostarse. Sin embargo, aunque pueda parecer una práctica básica para combatir el frío que aúlla fuera, lo cierto es que puede entrañar más peligros de los que aparenta. En una universidad de Reino Unido se ha demostrado que aquellas personas que dejan la calefacción encendida durante la noche han presentado síntomas como un dolor de cabeza similar al embotamiento y deshidratación en el mejor de los casos.
Un segundo grupo, más reducido que el anterior, llegó a despertarse durante la noche con el rostro empapado en sudor. Esto se explica por la autorregulación térmica que el cuerpo pone en marcha durante el sueño. Cuando nos dormimos, nuestra temperatura corporal desciende drásticamente para volver a subir durante la vigilia, es decir, cuando nos despertamos. El exceso de sudor lleva a un aumento de la frecuencia cardíaca y a una demanda irresistible de agua para saciarnos. El atracón de agua probablemente lleve, pasadas las horas, a que nos levantemos para ir al baño a orinar.
En el peor de los casos, la calefacción configurada a una temperatura muy elevada puede conducir a anginas de pecho, taquicardias o a infartos de miocardio en casos extremos.
Las causas
Esto se debe a que un calor corporal por encima de los límites establecidos por el propio organismo provoca presión arterial, lo que dificulta la circulación sanguínea. Esta suele venir acompañada de un estrechamiento de los vasos, que, a su vez, aumenta los niveles de colesterol LDL o «malo» en el aparato circulatorio si la temperatura es demasiado alta.
Por ello es recomendable no configurar el radiador o estufa por encima de los 18 grados y, sobre todo, asegurarnos de que la habitación se encuentra a una temperatura similar a la del resto de habitaciones de la casa para evitar problemas de salud.