La calabaza es uno de los alimentos más habituales del otoño. Te contamos por qué deberías incluirla en tu dieta
La calabaza es una de las frutas más típicas del otoño. Muchos de nosotros no dejamos de asociarla con esos ojos quebradizos y perversos que nos observan en Halloween o con los espantapájaros que siempre se han vinculado con ellas. Sin embargo, al margen de las referencias en la cultura popular, la calabaza posee un valor nutricional constatado por expertos que, a su vez, lleva aparejado una gran cantidad de beneficios para nuestro organismo.
El primero de ellos es la mejora del sistema inmunitario. La calabaza tiene en su composición sustancias que ayudan a incrementar el número de linfocitos presentes en la circulación y a mejorar las defensas del cuerpo. Esto se debe a la presencia en su composición de varios componentes bacterianos que ayudan a las defensas.
La siguiente ventaja es su gran número de antioxidantes, ideales para los deportistas por su capacidad de regeneración del tejido muscular y de fortalecimiento del sistema óseo al aumentar la densidad de los huesos. Esto permite evitar lesiones musculares y desgarros así como esguinces y fracturas en el caso de los huesos, además de la prevención de enfermedades como la osteoporosis.
Como la mayoría de frutas y verduras, la calabaza ayuda al aparato circulatorio, reduciendo la presión arterial, ensanchando los vasos sanguíneos y eliminando de la sangre los restos de colesterol LDL o «malo». De esta forma se impide la aparición de anginas de pecho, taquicardias e infartos de miocardio en el peor de los casos. De forma similar, la calabaza permite reducir notablemente los niveles de azúcar en sangre, previniendo la aparición de la diabetes y manteniendo una producción adecuada de insulina en el cuerpo.
La salud ocular
La calabaza pertenece a la misma familia del calabacín y, por tanto, comparte con él muchos de los beneficios para la salud. Entre ellos se encuentra la agudeza visual, de la que es responsable la zeaxantina. Se mejora así la visión nocturna, y se previenen las cataratas y la fotofobia.
Finalmente, la calabaza afecta directamente al aparato excretor, que ayuda a prevenir el surgimiento de enfermedades como cistitis, cálculos renales, retención de líquidos e insuficiencia renal. Además su alto contenido en fibra favorece el efecto de saciedad, por lo que puede incorporarse a dietas de pérdida de peso y quema de grasa. Esto se debe a que la fibra provoca que el hambre se aplaque con rapidez, sintiéndonos llenos.
