Hacer crucigramas podría tener varios efectos en tu cerebro. Te contamos los pros y contras de este pasatiempo
En una sociedad en la que impera el culto al cuerpo, todos estamos muy pendientes de su cuidado, que a estas alturas casi se ha convertido en una veneración. Nuestro cuerpo es nuestro templo, la mayoría de nosotros hacemos ejercicio para mantenerlo activo y recortamos nuestra dosis de azúcares para evitar una ganancia excesiva de calorías. Sin embargo, muchos de nosotros olvida otorgar los mismos mimos a otra parte indisociable de nuestro ser.
La mente, el alma, la cabeza. Todas ellas hacen referencia a nuestro fuero interno, a nuestro cerebro, que debe ser entrenado tanto como nuestro físico. Aquí es donde entran en juego los crucigramas, un pasatiempo sencillo que puede adquirirse en cualquier librería o quiosco y que permite, de forma rápida, aumentar nuestra reserva cognitiva, la capacidad cerebral encargada de retrasar la sintomatología de cualquier demencia o trastorno. A mayor reserva cognitiva, menor probabilidad de sufrir determinados trastornos con el paso de los años.
Además, la principal función de un crucigrama es estimular dos áreas relacionadas con el cerebro, como son el lenguaje y la atención. La atención no es otra cosa que la puerta de entrada que la información debe franquear para acceder a nuestra mente y mantenerla activa es el primer paso para lograr una buena retentiva. El lenguaje, por su parte, mejora nuestra capacidad de expresión oral y escrita e impide la aparición del efecto «punta de lengua», esa situación en la que la palabra adecuada para describir una determinada circunstancia no acude a nuestra cabeza.
Por supuesto, los crucigrama también nos ayudan a relajarnos y a desactivar los pensamientos que nos generan nervios o ansiedad. En otras palabras, los pasatiempos funcionan como estímulos distractores que permiten que focalicemos nuestra atención en un acto consciente en lugar de en pensamientos negativos intrusivos.
La otra cara
Sin embargo, los crucigramas podrían no ser tan positivos si se realizan en abundancia. Al fin y al cabo, cuando practicamos una actividad con mucha asiduidad, esta tiende a convertirse en un proceso automático al que cada vez prestamos menos atención. Llegados a este punto, los pensamientos negativos podrían regresar. Es entonces cuando debemos cambiar de actividad.
Por ello, resultan más apropiadas actividades más complejas como tocar un instrumento musical o aprender un idioma nuevo, puesto que suelen requerir de una mayor capacidad de concentración y de una atención consciente durante todo el proceso.