La dura enfermedad conocida como Parkinson se relaciona también con nuestra alimentación. Aquí te contamos cómo es ese enlace especial.
Seguramente habrás escuchando nombrar bastante la enfermedad de Parkinson, una enfermedad neurodegenerativa crónica que se presenta de distintas maneras y tiene diferentes características. Hay personas que la manifiestan a través de un movimiento lento, otras presentan una rigidez muscular, puede provocar a su vez ciertos temblores graves y hasta una pérdida del control postural. Además, tiene manifestaciones no motoras como la demencia, la apatía, la depresión y la ansiedad, entre otras.
Ahora bien: ¿sabías que existe una relación entre el Parkinson y nuestra alimentación? Los especialistas hablan del eje intestino-cerebro. Dicho de otra manera más sencilla: estudios revelan que algunos trastornos intestinales están vinculados con una mayor posibilidad de padecer Parkinson. De hecho, se comprobó que pacientes que sufren la enfermedad tienen acumuladas proteínas de alfa-sinucleína en el sistema nervioso que se encarga de controlar el intestino.
Cuatro enfermedades intestinales relacionadas directamente con el Parkinson
La revista científica «Gut», cuya especialidad es la gastroenterología y la hepatología, intentó aclarar a través de distintos estudios la relación que existe entre el intestino y el cerebro, y cómo los trastornos intestinales pueden aumentar el riesgo de sufrir Parkinson. Aunque parezca difícil de entender, todo está relacionado con todo en nuestro organismo…
Según esta investigación, cuatro son las enfermedades intestinales que se vinculan más el Parkinson. La primera es la gastroparesia. Este en un inconveniente que, entre otros males, impide que nuestro estómago se vacíe como corresponde, ya que las contracciones musculares no presentan la fuerza suficiente para que los alimentos circulen por el tubo digestivo.
La segunda enfermedad señalada es el estreñimiento, ya un poco más conocido. Es, simplemente, la dificultad para defecar. No estamos hablando de situaciones puntuales y aisladas, sino que nos referimos a casos crónicos, sobre todo. Las heces, al moverse con lentitud en el tracto digestivo, se terminan secando y endureciendo, razón por la se hace más difícil evacuar.
El tercer problema es conocido como el síndrome del intestino irritable, una situación que puede ser también bastante común, aunque termina siendo un grave problema cuando resulta ser muy repetitiva a lo largo del tiempo. La traducción de este síndrome es sencilla: diarrea y dolor en el abdomen, sobre todo.
Y la cuarta enfermedad es conocida como disfagia. Se produce cuando es difícil tragar, cuando cuesta bastante o, directamente, es imposible, y los alimentos se terminan trasladando de una manera poco conveniente hacia el estómago.