El turrón es uno de los dulces más comunes en la época navideña. Así puede afectar su consumo a tu salud
Como ya hemos venido anticipando en muchos artículos publicados recientemente en dieta.com, la Navidad se acerca. Y, aunque se trate de una época muy apropiada para reforzar los vínculos familiares y para dar y recibir regalos, también es una época colmada de aquellas cosas que entusiasman a los más pequeños de la casa: juguetes, videojuegos, magia y sí, también dulces. Pilas y montañas de dulces.
Uno de los representantes más reconocidos del género dulce es el turrón, cuya industria dispara sus ventas al llegar el último mes del año. De hecho, muchas marcas de renombre ni siquiera se molestan en comercializar sus turrones el resto de los meses y centran sus esfuerzos en diseñar campañas de Navidad emotivas.
Si llevamos la mentalidad de «darnos un capricho» en estas fiestas, tal ves debamos pensar dos veces antes de cometer alguna temeridad, según aseguran los expertos en nutrición. El turrón es un alimento rico en grasa saturadas y grasas trans, estas últimas procedentes del ultraprocesamiento industrial y elaboradas a fuerza de una vasta cantidad de insumos como la harina, manteca, chancaca, miel, azúcar o grajeas, componentes muy altos en calorías-
El principal peligro de estos componentes es que son sumamente adictivos y que la ingesta de uno suele conducir a convertirnos en un pozo insondable de azúcar y dulces. De esta manera, los niveles de azúcar en el torrente sanguíneo se dispararán, ralentizando la actividad tanto del cerebro como del corazón. Este último se ve obligado a detener otros procesos mentales para dar órdenes al aparato circulatorio y que pueda funcionar con regularidad. Además, es una puerta de entrada gratuita al colesterol LDL o «malo» que ingresa en la sangre por la reducción de la presión arterial.
La quema de calorías
En principio, la llegada de azúcar a la sangre puede tener dos posibles efectos que `pueden explicarse de forma muy sencilla: pueden quedarse o marcharse. Si se quedan se convertirán en grasa que, a largo plazo, puede abultar nuestro vientre u otras zonas de nuestro cuerpo que no deseamos.
Si, por el contrario, se marchan, no tendrán consecuencias adveras sobre el organismo pero, para lograrlo, debemos realizar una cantidad de ejercicio físico proporcional a la ingesta de calorías, es decir, debemos tratar de quemar todo aquello que hemos consumido para mantenernos en lo que se llama déficit calórico y no ganar peso.