La ciencia advierte de que la hora a la que hagamos el desayuno y la cena es muy importante para nuestra salud
Esta vez vamos a cambiar de tercio. No nos pondremos en la piel del típico trabajador de oficina que inicia a horas intempestivas de la mañana y se acuesta tan temprano que, en muchas ocasiones, las farolas que iluminan su calle ni siquiera han tenido oportunidad de encenderse. Proyectemos ahora el arquetipo de ese individuo que entra a trabajar a las 10:00 y que desempeña su labor desde casa, de forma online.
Puede que apure hasta el último minuto el momento de levantarse, engulla una manzana y un café en apenas quince minutos y se siente frente al ordenador a dar rienda suelta a una nueva jornada de trabajo. De la misma manera, como no se ve obligado a levantarse demasiado temprano, se permite el lujo de acomodarse en el sofá y ponerse una película. La madrugada sustituye a la medianoche y entonces el individuo estima que es el momento oportuno para cenar.
Bien, según un estudio reciente llevado a cabo por el Instituto de Salud Global de Barcelona, el momento de día en el que desayunemos y cenamos podría estar directamente relacionado con el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares. Dado que estas últimas constituyen la principal causa de muerte en el mundo con la friolera de más de 18 millones de personas, no resulta descabellado sostener esta afirmación.
Por lo visto, entre estas causas se encuentra la mala alimentación, pero esta no está siempre vinculada con los alimentos que decidimos consumir, sino también con cuándo decidimos consumirlos. Es por esto que debemos medir muy bien los momentos en los que hacemos la primera y la última comida del día y, sobre todo, bajo ningún concepto debe rondarnos por la cabeza la idea de probar un bocado rápido a altas horas de la noche para aplacar el hambre.
La clave para cenar y desayunar a la mejor hora
La clave de este estudio radica en que un mayor tiempo de ayuno nocturno reduciría considerablemente el riesgo de sufrir enfermedades de tipo cardiovascular. En otras palabras, para evitar caer enfermos debemos dejar un intervalo de tiempo razonable entre la cena y el desayuno del día siguiente.
La circunstancia queda explicada por los ritmos circadianos, los ciclos biológicos del cerebro que tienen una duración aproximada de 24 horas, como el ciclo sueño-vigilia, el ciclo día-noche y sí, también nuestra dieta, por lo que cuidarla y ajustarnos a unos horarios más razonables es la mejor solución.