Retener líquidos es un problema relativamente común pero cuyas causas son muchas veces desconocidas. Te contamos a qué se debe y cómo evitarla
Seguro que alguna vez te ha ocurrido que te has notado más hinchado de lo normal. Y cuando te has palpado en vientre con el ceño fruncido, has descubierto que el estómago no está lleno, pues no recuerdas haberte pegado un buen atracón. Tampoco crees que sean gases, pues no has ingerido verduras, legumbres u otros alimentos que puedan producirlos. Al contrario, si ejerces una ligera presión sobre la barriga y desplazas las manos siguiendo movimientos circulares puedes escuchar el chapoteo de agua en el interior. ¿De qué se trata?
Pues ni más ni menos que de la retención de líquidos o, lo que es lo mismo, agua que no se procesa adecuadamente por el organismo, generando así edemas o pequeñas áreas de la piel en las que ha tenido lugar un incremento del agua extracelular, provocando de esta manera la acumulación de líquido en determinadas zonas. Esta circunstancia provoca sensación de pesadez en el estómago que resulta muy molesta a lo largo del día. En dieta.com te enseñamos cómo adelantarte a ella para mantenerla alejada.
Lo primero y más elemental es realizar una adecuada ingesta de líquidos que resulten hidratantes, por lo que quedan descartados de la ecuación los refrescos, el café, las bebidas energéticas y derivados similares. En su lugar, se recomienda aplicar la regla de los ocho vasos de agua diarios e incluso complementar dicha hidratación con infusiones y caldos, ideales durante el invierno que, al contrario de lo que comúnmente se cree, también ayudan a mantenernos hidratados.
Asimismo, deben tratar de evitarse los alimentos ricos en sodio, que propician la retención de agua. Entre estos alimentos pueden encontrarse los productos de aperitivo salados como las patatas fritas de bolsa, las galletas saladas o los frutos secos.
El sedentarismo
Otra de las principales causas de la retención de líquidos es el sedentarismo. Al realizar ejercicio físico se aumenta la circulación sanguínea, lo que favorece que el agua pase al torrente sanguíneo rápidamente y deje de acumularse en determinadas zonas de nuestro cuerpo.
Sin embargo, la retención también puede deberse a causas que poco o nada tiene que ver con malas decisiones nutricionales, como puede ser el embarazo, las insuficiencias renales o los problemas oncológicos. Por ello, si abrigas la sospecha de que puedes encontrarte en uno de estos últimos casos, deberías solicitar la ayuda de un profesional.