La razón por la que todo el mundo ama la época navideña podría tener fundamentos médicos. Te los explicamos
Seguro que alguna vez, quizá uno de estos días recientes, has paseado por la calle y te has preguntado por qué la mayoría de la gente pone tanto empeño en decorar su casa. Y no nos referimos solo a un cable de luces y a un puñado de espumillones, sino a decorar la casa en el sentido más amplio de la palabra: luces multicolores que se despliegan por la fachada, un Papá Noel a tamaño real que da la bienvenida a los visitantes e incluso muérdago en las ventanas.
Probablemente hayas esbozado una sonrisa o una mueca de indiferencia y hayas seguido tu camino sin mirar atrás. Pero si alguna vez te has detenido a reflexionar sobre el afán de decorar la casa, el reputado psicoanalista Steve McKeown ha logrado proporcionar en un estudio una respuesta satisfactoria a esta pregunta que no dejará a nadie indiferente.
De acuerdo a los resultados de su investigación más reciente, aquellas personas que adelantan la decoración navideña suelen disfrutar de niveles más altos de felicidad y sociabilidad. Esto se debe a que la Navidad es la principal responsable de despertar en nosotros emociones como la nostalgia, que provoca una liberación de endorfinas en el cerebro.
Las endorfinas, junto a la dopamina y otras sustancias son las causantes de esa sensación que la mayoría de nosotros achacamos a la felicidad. La mayoría de ocasiones, por sí solas no provocan un efecto visible, sino que su cometido más importante está en generar una respuesta directamente incompatible con el funcionamiento del cortisol, la hormona que genera el estrés y la ansiedad. La liberación de endorfinas desactiva al cortisol, que deja de operar, sumiéndonos en un estado de paz mental.
De nuevo, en el informe de resultados de la investigación, McKeown ha aportado un peso considerable al factor de la nostalgia. Y es que puede que en la actualidad la Navidad no nos abrace con su manto mágico, pero la mayoría de nosotros atesoramos un momento de nuestra vida en la que sí solía hacerlo, en la que desbordábamos ilusión por cada poro de nuestra piel.
Por tanto, la felicidad que despiertan las fiestas navideñas no tiene tanto que ver con el presente, sino más bien con el pasado, con la evocación de recuerdos que conservamos con cariño en un rincón de nuestro cerebro y que, durante el período más mágico del año, pueden por fin abrirse paso y salir a la luz.
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