Las plantas y el frío no son buenos consejeros. Te contamos lo que necesitas saber para afrontar el invierno en tu jardín
Es Navidad y seguro que ya has pensado en todo lo necesario para hacerle frente a la época más fría del año. Ya te has agenciado unos gruesos guantes de lana, te has calado el gorro hasta las cejas y le has dado tantas vueltas a la bufanda que por un instante has temido morir por asfixia. De hecho, tu espíritu previsor ha ido mucho más allá e incluso has reparado en que tu mascota también necesita un buen jersey para que su pobre cuerpecito no tirite cuando salga a recibir la ventisca que aúlla en la calle.
Pero nos apostamos cualquier cosa a que no te has fijado tanto en el jardín, en cómo tu colección de plantas resiste los envites de las bajas temperaturas. Y es que la mayoría de nosotros creemos que los especímenes más repetitivos del reino vegetal son capaces de mantenerse estoicos ante el frío puesto que no tienen sangre caliente como nosotros.
Sin embargo, la botánica asegura que las plantas no solo sufren de primera mano las consecuencias del frío sino que son especialmente vulnerables a su acción. La solidificación del aire frío hace que se formen en las plantas cristales de hielo. Si estos se crean en el interior, puede suponer la destrucción de los tejidos celulares y, por el contrario, si se producen en el exterior, puede resultar en la desecación extrema de la planta en cuestión. Además, los efectos adversos no solo se limitan a la apariencia, sino que también pueden ralentizar las funciones vitales al disminuir el nivel de absorción de agua, reducir el metabolismo y detener, a la postre, el crecimiento de la planta.
El mecanismo de defensa
Ante esta circunstancia, las plantas han desarrollado un mecanismo de defensa para evitar que el frío paralice sus funciones vitales. Esta se basa en la segregación de una sustancia llamada deshidrina, que evita que los niveles de agua se vean considerablemente mermados a causa del frío o cualquier otra circunstancia.
En consecuencia, las plantas que mejor afrontan el invierno son aquellas que crecen a ras del suelo como la lavanda, la hiedra o la col ornamental, aunque no por eso significa que no requieran de la incidencia de luz solar directa para poder crecer.