La leche cortada constituye uno de los grandes mitos alimenticios de la cultura popular. Esto es lo que realmente sucede si la bebes
A todos nos ha ocurrido alguna vez que hemos abierto la puerta del frigorífico y nos hemos topado con que el tapón del cartón de leche no estaba enroscado con la fuerza que debería. Fruncimos el ceño y, acto seguido, nos encogemos de hombro, alegamos eso de «por un trago no va a pasar nada» y procedemos a llenar nuestro vaso de desayuno como de costumbre.
Los expertos aseguran que esta práctica podría entrañar algunos riesgos, pero no tantos como las creencias populares se han empeñado en hacernos creer. De la misma forma que echar leche cortada a nuestras croquetas o bechamel no las va a convertir en productos radiactivos con los que vamos a desarrollar superpoderes. Existe un término medio que el lector debe conocer.
En primer lugar, es necesario saber que la leche puede cortarse debido a dos motivos muy diferenciados. El primero es el contacto de la leche con una sustancia ácida como resultado de un proceso voluntario, es decir, nosotros mismos hemos provocado que esta entre en contacto con otras sustancia ácida como puede ser el zumo de limón para elaborar algún postre.
En este caso, no existe riesgo para la salud, aunque, eso sí, el sabor de la leche no será muy atractivo. Como fruto de esta unión la parte más cuajada de la leche queda en la parte inferior de esta, facilitando el ascenso del suero, que siempre asociamos con el moho y con los líquidos en mal estado. Esta separación es, de hecho, fundamental para la preparación de otros derivados del lácteo como el queso, que contiene una cantidad de beneficios diferentes a los de beber leche directamente de la nevera.
El problema real para la salud llega cuando ese contacto con una sustancia ácida es responsabilidad de un grupo de microorganismos que afloran en el cartón de leche debido a una mala conservación. Si se da el caso, beber directamente del cartón puede tener consecuencias nefastas para nuestra salud, provocándonos enfermedades de todo tipo.
Si, finalmente, el contacto con el ácido se da por accidente, porque se hayan derramado algunas gotas de vinagre, nuestra salud no corre peligro, aunque el sabor de nuestro plato podría tener un regusto que se aleja de lo esperado.
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