Existen deportes ocultos en el imaginario colectivo por su desconocimiento. Este es uno de los más beneficiosos
Existen un puñado de deportes de los que muchos de nosotros no habíamos tenido noticia hasta hace relativamente poco. Disciplinas que en otros tiempos habrían parecido completas locuras al lado de las actividades mayoritarias, entre las que el fútbol siempre se llevaba la palma indiscutible. Con el paso de los años, más y más actividades deportivas han presentado sus solicitudes para poder acceder a los Juegos Olímpicos y los expertos de las Ciencias de la Actividad Física han dado por buenos los beneficios que estos pueden tener en el organismo.
Es el caso de la esgrima, un deporte que muchos de los lectores ni siquiera hayan considerado como tal. Producto de la cultura popular, la esgrima ha servido de telón de fondo a innumerables películas y obras literarias en las que un caballero medieval buscaba afanosamente a su princesa secuestrada sirviéndose tan solo de un acero. Es por eso, porque muchos la asociamos a la espectacularidad del cine, que no hemos parado a pensar en los beneficios que supone para nuestra salud.
Y es que empuñar la espada o florete es mucho más difícil de lo que parece. La esgrima es, en ese sentido, tan completa como la natación, puesto que ayuda a mejorar distintas destrezas de nuestra capacidad psicomotora, como puede ser la fuerza, la velocidad, la coordinación, la flexibilidad y la resistencia. Además, puesto que se trata de un deporte de contacto, la deportividad de la que se hace gala en el terreno de juego es mucho mayor que la de otros deportes colectivos como el fútbol. La esgrima es un deporte noble y justo en el que se tiene un profundó respeto al adversario y que, como tantos otros, requiere de una disciplina continuada para poder dominarla.
La salud mental
Lo mejor de todo es que los beneficios de la esgrima no se quedan en el plano físico, sino que trascienden al ámbito mental, ayudando a los que la practican a planear estrategias para poder sorprender al rival, a mantener intacta su capacidad de concentración y a desarrollar unos reflejos felinos para anticiparse a los movimientos del oponente.
Esta forma de pensamiento se denomina enfoque divergente, es decir, aquel que permite que existan muchas posibles alternativas para poder atacar un problema concreto. En el terreno de la esgrima, un sinfín de movimientos para hacer retroceder al rival.