El miedo es el principal causante de que no podamos tener un crecimiento personal mayor saliendo de la zona de comfort
Cuántas veces habremos escuchado la expresión ‘salir de la zona de comfort’ y cuántas veces has huido de ella. Salir de lo que controlamos nos cuesta trabajo a todas las personas y supone un serio e importante ejercicio de valentía. Es una decisión que implica perder la zona calentita en la que vivimos y salir al frío de lo desconocido.
Y no queremos movernos de ese bienestar principalmente porque no queremos tener miedo. Es como esa sensación que produce bañarte en el mar de noche, no ver que es lo que hay un metro más allá de ti. Pero debemos tener en cuenta que no asumir riesgos y experimentar nuevas cosas hace que como persona dejemos de crecer. Nuestra experiencia se limita. Incluso podemos llegar a acumular asquead mental del momento que vivimos sin darnos cuenta, producto de la repetición de una rutina.
No hay que contemplar ser temerarios en nuestros pensamientos para salir de nuestra zona de comfort, los riesgos que debamos tomar deben ser asumibles en cuanto a nuestras capacidades. Y es que la zona de comfort se divide en dos factores: uno mental y otro sobre la conducta. La sensación de control y seguridad que propone hace que vivamos sin sobre saltos, pero enfrentarte a retos supone crecer en confianza, e incluso cambia la propia percepción que podemos tener de nosotros mimos. Llegando en muchos casos a sorprendernos de los logros que podemos llegar a conseguir y que no nos hemos atrevido a asumir por nuestras propias inseguridades, que son la base de todos los miedos que tenemos.
En este sentido sería recomendable darle la vuelta a la tortilla y pensar en lo bien que nos sentiríamos consiguiendo eso o aquello que vemos en los demás y que pensamos que nunca podremos conseguir. Esta sensación puede llevar a una acción proactiva para desencadenar un movimiento que nos lleve a salir de nuestra zona de comfort. El miedo al fallo supone un fuerte condicionante en este sentido, freno de ese movimiento.
Para esta cuestión, la solución estar en racionalizar que toda nueva práctica requiere de un aprendizaje previo donde el fallar está asumido como un capítulo más del libro. Asumido y permitido. Cuantas más oportunidades nos demos a nosotros mismos mayores serán las probabilidades de éxito que tengamos y mayor el grado de crecimiento personal que desarrollaremos.
Además, el afrontar un reto y superarlo provoca un efecto embriagador y a la vez adictivo de buscar un nuevo desafío. Acumularemos tal cantidad de nuevas habilidades que nos harán tener una confianza y un empoderamiento que nos llevarán a superar cualquier nuevo obstáculo.
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