A pesar de no ser algo habitual en nuestra sociedad, ingerir la cáscara de sandía aporta innumerables beneficios al cuerpo humano.
La sandía es una de las frutas más demandadas del mundo. Desde antiguo, se sabe que ya se cultivaba hace más de 3.500 años en el valle del Nilo, el ser humano ha apreciado mucho el sabor y los nutrientes que aporta. Lo que no es tan apreciado, al menos en nuestra sociedad es su cáscara. Y quizá deberíamos empezar a hacerlo: tiene muchas ventajas para el cuerpo humano.
La sandía se caracteriza por ser una fruta grande, pesada, de un color rojo vivo en su interior y con una corteza dura y verdosa, que cambia de tono en función de su variedad. Contiene un alto valor nutricional ya que cuenta con carotenoides sin actividad provitamínica, entre los que destaca el licopeno, que según muchos estudio está asociado a un menor riesgo de enfermedades cardiovasculares. Además, se sabe que el consumo de sandía estimula el funcionamiento de los riñones, facilitando el desecho de toxinas. Pero ¿qué pasa con su cáscara?
Los beneficios de la cáscara de sandía
A pesar de que en la mayoría de los hogares la cáscara se tira a la basura, lo cierto es que se podía ingerir, ya que contiene gran variedad de nutrientes y muchos beneficios para la salud. Ahora bien, su aspecto y su dureza no invitan a su consumo por lo que habría que buscar la forma de hacerlo. En ese sentido se puede procesar y tomar en batidos o en infusiones.
Entre los beneficios para el ser humano que aporta el consumo de la sandía y su cáscara se encuentra su gran capacidad antioxidante e hidratante (el 91% de su composición es agua). Además contiene vitamina C así como potasio, zinc, flavonoides y compuestos fenólicos que contribuyen a la salud cardiovascular, entre otras cosas.
Sea como fuere, lo cierto es que la sandía es una fruta muy sabrosa de la que se puede aprovechar no sólo su interior, sino también su corteza, aunque, la verdad sea dicha, su aspecto no nos anime a hincarle el diente. Todo sea por los beneficios que aporta al cuerpo humano.