Saber escuchar las señales que nos muestra nuestro cuerpo puede hacer que evitemos muchos problemas con nuestro organismo
Emociones, sentimientos, intuiciones… todo forma una amalgama que nos conforma como personas y a las que seguimos fielmente porque forman parte de nosotros. De todas ellas nos nutrimos y de todas ellas partimos cuando nos enfrentamos a hechos que nos hacen recordar experiencias pasadas. Recordamos como nos sentimos en un momento dado antes de que ocurriera un suceso o noticia. Recordamos como lo atravesamos y las reacciones que tuvimos posteriormente. Es nuestro proceso empírico como persona.
Respondemos de forma diferente a cada estímulo que nos viene del exterior, tanto de forma emocional como física, y nuestro cuerpo también. Nuestros órganos, músculos, tejidos responden diferente en función de cuál sea nuestro estado de ánimo. Son el mejor indicativo de cómo nos encontramos.
La ansiedad que nos produce la preocupación por alguna cosa, o incluso la tristeza que podamos sentir ante cualquier hecho que nos afecte, se refleja en la opresión que podemos sentir en nuestro pecho. O lo pesado que nos encontramos en cuanto a eliminación de energía para movernos.
El día a día de nuestra semana, con un estrés constante y sin respiro, hace que estas sensaciones pasen desapercibidas para nosotros, algo que no es bueno ni natural. Al cuerpo hay que oírlo. Pero en la sociedad en la que vivimos tendemos a prestarle mayor atención a la mete que al cuerpo.
Que sintamos cualquier reacción de nuestro cuerpo y no la atendamos puede afectar a nuestro organismo. Esto sucede por las múltiples responsabilidades que tenemos, tanto en lo profesional como con nuestros compañeros de vida e hijos. Pero no atender a estas señales puede ser contraproducente. Por ejemplo, si volvemos al dolor en el pecho, siempre se continua el ritmo y no se para nadie a pensar qué es lo que le está sucediendo a nuestro cuerpo. Y esto puede desencadenar en un ataque de ansiedad que sí que nos haga parar obligatoriamente.
Debemos tener una lectura completa del cuerpo, así si sentimos algo que está fuera de lugar poder evaluarlo y saber qué produce, de dónde viene y cómo podemos solucionarlo.
La respiración siempre es un serio indicativo de cómo nos estamos encontrando en cada momento, pero también gracias a ella podemos aplacar síntomas. Gracias al poder de la meditación, controlando nuestra respiración, podemos reducir ansiedad y estrés.
Cualquier expresión del cuerpo es bienvenida. Da lo mismo que sea en la practica del deporte en sí o con caminatas o clases de baile. Al igual que para aquellos que les guste escribir, tener un diario donde poder expresar sus vivencias y emociones puede ser de una grandísima ayuda. Y por supuesto, conocer y escuchar a nuestro cuerpo.
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