Comer puede hacer que nuestros niveles de felicidad aumenten. Te contamos cuál es el secreto de los alimentos
Comer es uno de los grandes placeres de la vida. Muchos de nosotros esperamos con ansia el momento de tener el plato delante de nuestros ojos, sobre todo si venimos de una intensa sesión de gimnasio, de una larga caminata o de un tiempo prolongado de ayuno. Y en estas ocasiones la sensación que experimentamos puede definirse muy fácilmente: la felicidad.
Comer nos hace mucho más felices, en especial si lo que contemplamos sobre la mesa es uno de esos platos rebosantes de pasta que tanto nos gasta, un buen combinado de filete con patatas que saca a relucir nuestro instinto más primitivo. Los expertos han apoyado este dato con evidencias científicas.
La psicología ha explicado que la comida es capaz de evocar recuerdos de nuestra infancia. La comida tiene conexiones emocionales con episodios vividos en algunos momentos de nuestra niñez, como por ejemplo, el olor a sopa recién hecha que asociamos con el aroma de la casa de nuestros abuelos. Además, nuestras papilas gustativas son mucho más susceptibles durante nuestra niñez, lo que hace que comencemos a asociar ciertos sabores con el agrado o con el rechazo.
De hecho, durante la infancia también solemos estar expuestos a los mismos sabores de forma repetida. Esto se debe a que las dietas de los más pequeños suelen ser muy fijas y poco flexibles, lo que hace que todas las semanas se sigue un mismo esquema que puede constar de legumbres, pescado, carne roja, verduras en puré, etc. Esto conduce a que la conexión con ciertos sabores sea muy fuerte y que se mantenga prácticamente inalterable cuando llegamos a la edad adulta. De esta época es de la que proceden la mayor parte de nuestras preferencias alimenticias.
De todos los alimentos que pueden despertar la sensación de felicidad, los más adecuados son los dulces y los carbohidratos, que segregan en nuestro cerebro una gran cantidad de serotonina, dopamina y otras endorfinas que producen chutes de euforia.
Estos chutes de euforia se hacen aún más intensos si tenemos hambre, pues la saciedad es uno de los requisitos indispensables para la liberación de endorfinas. Obtener lo que el estómago nos pide brindándole algo que nos gusta es clave para nuestra felicidad. Eso sí, debemos comerlos con precaución pues no suelen ser alimentos con muchas grasas industriales.
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