La «recena» es una de las prácticas más habituales que debemos evitar a toda costa. Te contamos los motivos
Hay cosas y prácticas en esta vida que nos cuesta admitir. Incluso si alguien nos pusiera una pistola en la sien, si notáramos el frío contacto del metal contra nuestra piel, si escucháramos el chasquido del percutor, el traqueteo del tambor mientras rueda, si viéramos de frente ese insondable ojo negro que alberga en su interior un reguero de pólvora y miseria. Ni siquiera entonces confesaríamos. Todo sea por quedar bien delante de aquellos que nos rodean.
Una de esas prácticas inconfesables es la de la llamada «recena», que, como su propio nombre indica, se basa en ese hambre feroz que nos acosa durante la noche y que nos conduce hasta el frigorífico en busca de algo que llevarnos con urgencia a la boca. Algunas veces es un par de trozos de queso. Otras, una tableta de chocolate. Los hay que incluso reúnen la fuerza de voluntad suficiente para ponerse a cocinar a la trémula luz de la madrugada solo con el fin de saciar ese apetito tan súbito que los ha hecho despertar.
Como podrá intuirse, esta práctica no tiene consecuencias muy favorables en nuestra salud si la aplicamos con frecuencia. De hecho, tal y como apuntan los expertos, el solo hecho de sentir la necesidad de ejecutarla ya podría ser un síntoma anticipado de unos hábitos de vida poco saludables.
En primer lugar, tomar una segunda cena provoca que el estómago reinicie el proceso de digestión, del que antes se estaba recuperando a causa de la primera cena. Por tanto, el organismo vuelve a trabajar, los ritmos circadianos se alteran y, con ellos, también el ciclo día-noche, lo que supone un desajuste de nuestras hora de sueño y, por consiguiente, también de la calidad de nuestro descanso.
El peso
Por supuesto, además de ralentizar el proceso de descanso y dificultar la conciliación del sueño, la «recena» puede acelerar la ganancia de peso corporal y la acumulación de grasa abdominal. Al aumentar la ingesta de calorías, el proceso de quema disminuye y la grasa permanece en nuestro cuerpo.
Finalmente, como comentábamos al principio, cenar a destiempo puede estar vinculado con malos hábitos alimenticios en general, por lo que debemos hacer todo lo posible por saciarnos como es debido antes de acostarnos.