Las frutas con hueso esconden una particularidad que puede ser muy beneficiosa para tu salud. Estos son los motivos
Son muchas las propiedades beneficiosas que pueden encontrarse en las frutas y muy conocidos los beneficios aparejados a su consumo. Todo el mundo sabe que incluirlas en una dieta puede acelerar los procesos de pérdida de peso y quema de grasa corporal y, en general, ayudarnos a incorporar a nuestro día a día hábitos alimenticios saludables que, a la postre, harán que nos sintamos mejor con nosotros mismos, mejorando así también las relaciones que mantenemos con los demás.
Sin embargo, dentro del vasto mundo de las frutas existen muchas variedades que pueden discernirse. Una de las más amplias y no reconocidas por muchos consumidores es la que abarca la familia de las frutas con hueso, esto es, aquellas que custodian su semilla en las profundidades del corazón, en un endocarpio duro no comestible. A esta familia podrían adscribirse las cerezas, las ciruelas, los melocotones, las nectarinas y los paraguayos.
Pues bien, estas frutas, que en muchos estudios académicos no aparecen reflejadas por este nombre en particular, cuentan con numerosos beneficios para nuestra salud alimenticia. El primero de ellos salta a la vista ya con el primer bocado: son una nada despreciable fuente de agua que nos permite mantenernos fácilmente hidratados, lo que las convierte en grandes aliadas del deporte.
Además, el componente de vitamina A presente en su composición protege nuestra piel, las mucosas que la conforman y ayuda a mejorar nuestra agudeza visual. Además, de esta sustancia se desprende la melanina, un componente esencial para salvaguardar al cuerpo de la radiación solar, en especial durante los meses de verano, donde el calor abrasa. Asimismo, su bajo contenido en azúcar lo hace muy apropiado para ser consumido como aperitivo a media mañana o bien a la hora de la merienda.
El aparato circulatorio
Uno de los principales beneficiarios del consumo de frutas con hueso no es otro que el aparato circulatorio, pues reduce la presión arterial, favoreciendo el tránsito de la sangre a través de los vasos y rediciendo a su vez el riesgo de enfermedades coronarias o afecciones como infartos de miocardio o taquicardias.
Finalmente, su alto porcentaje de fibra permite favorecer el efecto de saciedad, haciendo que nos sintamos llenos sin necesidad de ingerir grandes cantidades y cuidando de la flora intestinal del estómago, facilitando el tránsito digestivo.