La dieta líquida es una de las grandes referenciadas en la sociedad de hoy. Te enseñamos sus supuestos efectos milagrosos
En la sociedad de hoy, los supuestos milagros para adelgazar están en boca de todo el momento. Y es que es ahora, cuando estamos a punto de arrancar dos páginas del calendario de 2024 cuando esas personas que en enero firmaron con tanto entusiasmo la matrícula del gimnasio empiezan a hacer gala de una desidia y ociosidad sin precedentes. Un sentimiento de pereza, de holgazanería, que en enero nunca habrían creído capaces de incubar.
Todo empieza de forma gradual. Al principio nos comprometemos a asistir al menos tres días a la semana al gimnasio y, de hecho, excedemos nuestras expectativas y decidimos ir cuatro. Todo marcha viento en popa. Las primeras semanas el ejercicio, al que hasta entonces no estábamos acostumbrados, cuesta horrores, pero el balón de motivación que hemos inflado en nuestra mente aún no ha perdido todo el aire. Y seguimos.
Pero, después de un mes, descubrimos que no existen los milagros. Que hemos cuidado la alimentación y seguido a rajatabla la tabla sugerida por los monitores de la instalación y que, a pesar de todo, no observamos resultados visibles. Nos rustramos y decidimos saltarnos varios días la rutina, porque, de todas formas, tal vez no estemos hechos para el deporte. Para cuando marzo desgrana sus primeros días, ya hemos tirado la toalla por completo.
En estas circunstancias, nos devanamos los sesos buscando en una solución. Porque, por supuesto, no queremos renunciar a nuestra compromiso de perder peso y conseguir una mejor forma física, pero somos demasiado impacientes para ir al gimnasio. Es aquí, justo en este punto, donde entran en juego las supuestas dietas milagrosas, que casi parecen estar escritas en los textos evangélicos, esas obras de santos que van a lograr lo que el gimnasio no ha podido siquiera acariciar.
El milagro
En este contexto, la dieta blanda y sus milagros se erigen como una posibilidad nada desdeñable para perder peso. Esta dieta se basa, como su propio nombre indica, en la ingesta de alimentos blandos y líquidos como forma predilecta de alimentarse.
Se sostiene en la creencia de que la menor ingesta de sólidos adelgaza, pero lo hace de una forma antinatural a través de la que podemos llegar a pasar hambre, por lo que no se recomienda en absoluto su puesta en práctica salvo casos autorizados y especiales.