Crujirse los dedos es una costumbre bastante frecuente en cualquier persona al margen de su edad. Te contamos por qué deberías evitarla
Estás relajado en casa, probablemente en una postura cómoda, con los pies encima del escritorio, el bolígrafo sujeto en la comisura de los labios y la mirada clavada en el techo, esperando algún milagro, algún suceso providencial mariano en el que poder encontrar la inspiración y las fuerzas para seguir estudiando. Notas que tus dedos parecen tensos así que los doblas por la mitad, aprietas los nudillos contra la barbilla o simplemente haces presión con la otra mano y ¡clacl!, ese chasquido, esa nota instrumental que te indica que algo se ha producido bajo la piel, aunque no tiene ni la más remota idea de qué puede ser. En este artículo te lo explicamos.
Crujir los dedos es una práctica cada vez más extendida y, ante ella, siempre surgen esas voces críticas, esas opiniones supuestamente eruditas en cualquier materia que te instan a dejar de hacerlo porque podría acarrear consecuencias terribles para tu salud. Estas mismas voces alegan que el inconfundible chasquido surge de una fisura en los huesos de los dedos, las falanges y que, por tanto, en el largo plazo podrían llegar a provocar lesiones graves como fracturas o esguinces.
Nada más lejos de la realidad. Lo que sucede cuando nos crujimos los dedos es que el líquido sinovial que circula por las articulaciones, encargado de lubricarlas y permitir que respondan a las órdenes del cerebro con la mayor celeridad posible, forma una especie de burbujas que explotan con cada chasquido, aumentando así el espacio entre las piezas óseas de las manos y el líquido y, por tanto, dificultando la lubricación. Eso sí, aunque no sea positivo, está lejos de provocar las fracturas que otras personas señalan como inevitables.
En cualquier caso, crujirse los buenos no es positivo para la salud. Al contrario, hacerlo podría acarrearnos una serie de problemas que afectarías directamente al aparato locomotor y a la correcta movilidad de las articulaciones afectadas, en este caso, las manos.
Estos problemas se basarían en el lento pero progresivo desgaste articular en los tendones y ligamentos de las manos, haciéndolas cada vez más débiles y, a la postre, incapaces de funcionar de forma adecuada e interpretar las órdenes procedentes del cerebro. Por ello, debemos desterrar esta costumbre lo antes posible o, al menos, no realizarla con tanta frecuencia.
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