Hay algunas teorías que, aunque alocadas, resultan acertada a la hora de explicar determinados fenómenos. Esta es una de ellas
Hay algunas teorías alocadas, teorías disparatadas ideadas por mentes creativas que no van a ninguna parte y que tan solo buscan unos minutos de reconocimiento mediático antes de perderse para siempre en la inmensidad de la red, pues es de allí de donde suelen proceder. Otras, por el contrario, aunque despropósitos en un inicio, terminan teniendo un sentido inesperado y permiten identificar realidades en las que hasta entonces no nos habíamos detenido a pensar. A este último grupo pertenece la teoría que veremos en el artículo de hoy.
Pero antes hay que enmarcarla en un contexto concreto. En la sociedad de hoy, por desgracia, son mucho más habituales que nunca las enfermedades mentales, los trastornos que afectan cada día a muchos jóvenes y que tienen como principal causa la gran cantidad de tiempo libre de la que disponen y la falta de distracciones con las que mantener la cabeza despejada o, al menos, ocupada en otros quehaceres distintos a ese pensamiento que nos atormenta.
En estas circunstancias y si tenemos la desgracia de padecer alguna de estas enfermedades, es muy posible que algún día hayamos sufrido lo indecible simplemente para enderezarnos y abandonar la cama y que hayamos tenido que sacar una fuerza sobrehumana de nuestro interior para peinarnos, ducharnos o simplemente para desayunar. Este es uno de los síntomas más habituales de la depresión y una usuaria de Internet con un blog personal consiguió etiquetar este sentimiento hace unos años, ilustrándolo con una teoría que ha dado la vuelta al mundo. Esta teoría cada vez se ha hecho más eco entre los círculos profesionales de la psicología y, aunque no recogida en el ámbito académico, sí que se ha verificado su adecuación a determinadas coyunturas.
En líneas generales, la teoría sostiene que nuestros niveles de energía pueden ser representados por medio de una cantidad determinada de cucharas de las que disponemos al inicio de la jornada. Realizar una actividad concreta tiene un coste de un número concreto de cucharas, cuya cantidad varía en función de la dificultad que entrañe la tarea.
En el peor de los casos, del paciente se ve obligado a pedir cucharas prestadas para situaciones futuras, pues ha perdido todas las cucharas disponibles para ese día. Los partidarios de esta teoría se han venido a denominar en la red con el término spoonies.
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