La comida precocinada presenta una serie de riesgos para la salud, algunos bien conocidos. Te los contamos en detalle para que los evites
Imagine el lector la siguiente situación. La alarma del despertador restalla en las cuatro paredes del cuarto con la fuerza de una fusta. No puedes creer que ya sea la hora de levantarse. Te da la sensación de que acabas de irte a dormir hace nada. Te destapas y te dispones a prepararte un desayuno, pero, con la velocidad a la que parecen funcionar tus neuronas, lo mejor será preparar un café e ir con lo puesto. Te enfundas tu traje de rigor, te anudas la corbata, te abotonas la comisa, te echas algo de gomina, te cepillas los dientes, coges las llaves del coche y abandonas la casa rumbo a un nuevo día en la oficina. Y cuando ya has recorrido un par de kilómetros de camino al trabaja, reparas en que se te ha olvidado la comida.
Es cierto que un táper, como ya comentamos en su momento, no suele ser la opción más saludable, pero es la única alternativa que tienes y ya estás demasiado lejos como para dar media vuelta. Qué remedio, habrá que probar suerte en algún restaurante cuya carta se ajuste más o menos a la dieta que estás siguiendo y que, por cierto, llevas a rajatabla. Pero, de repente, tus neuronas, atrofiadas por las mañanas, dan con una solución plausible: un plato precocinado. Podrías escaparte unos minutos al supermercado de enfrente a mirar qué puede haber. Sin saber, por supuesto, que estás incurriendo en un error.
Y es que la comida precocinada o, mejor dicho, el abuso de ella, es una de las principales causas de muerte en Brasil, donde el arroz y los frijoles están a la orden del día y muchas veces se sirven ya preparados en unas condiciones de seguridad alimenticia muy precarias.
El principal riesgo de consumir sin moderación estos platos reside en la gran cantidad de ultraprocesados que contienen a fin de facilitar el proceso de conservación. Entre estos se encuentran grandes proporciones de sodio, que puede resultar tóxico para el organismo en dosis elevadas.
Y, por supuesto, también contienen el buque insignia de los ultraprocesados: el azúcar y las grasas trans, responsables de padecimientos tan habituales como el sobrepeso o la diabetes de diversos tipos, e incluso de la obesidad en el peor de los casos.
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