Pasar un tiempo sin ir al gimnasio tiene, evidentemente, algunas consecuencias. Estas son las más comunes que pueden ocurrirte
Si eres de los que acostumbra a ir al gimnasio con cierta regularidad, habrás maldecido a todos los demonios ese día en el que no has podido ir. Y es que todos nos hemos encontrado ante la proximidad de un examen muy importante o un conjunto de ellos y hemos dedicado un par de semanas de nuestra vida a encerrarnos entre las cuatro paredes de nuestra habitación sin apenas despegar el cuerpo de la silla de escritorio, inclinados sobre la mesa, con los codos sobre la madera, sin más ejercicio físico que el de ir al baño cada cierto tiempo.
En estas circunstancias, nos habremos preguntado, o incluso nos habremos imaginado con cierta lucidez cómo será el momento del regreso, cuando el tormento acabe y podamos retomar nuestras actividades rutinarias normales. El ejercicio, como bien apuntan los expertos, es desagradecido y, si se le da esquinazo durante un lapso de tiempo más o menos considerable, probablemente comiencen a aparecer una serie de síntomas de esa ingratitud, como el niño caprichoso que se cruza de brazos y se pone de morros cuando no recibe el juguete que deseaba por Navidad.
Por ello, faltar a nuestro compromiso con el gimnasio y pensar que nuestra ausencia no va a pasar factura es un error fatal. De hecho, los especialistas en nutrición y fitness aseguran que el metabolismo se ve drásticamente reducido, pudiendo algunas personas llegar a subir hasta un kilo entero de peso en apenas dos semanas. Por otro laso, en el plano más técnico, son dos los ámbitos que se ven afectados por la abstinencia y que repercuten directamente sobre la salud física y mental del individuo en cuestión: se trata de la fuerza y la resistencia.
Los efectos
Los efectos de la abstinencia sobre el cuerpo en lo referente a la fuerza se perciben a simple vista. Probablemente en nuestro día de regreso debamos reducir el peso de las máquinas que con tanta holgura habíamos manejado en épocas anteriores. Se estima que el organismo tarda unas tres semanas en perder la fuerza de los músculos.
Finalmente, en cuanto a la resistencia, sus consecuencias también son fácilmente observables y consisten en una sensiblemente menor tolerancia a la fatiga. Es posible que en nuestro primer día de gimnasio tras un largo parón acabemos con la lengua fuera.